viernes, 8 de abril de 2011

De paseo con Camarón

Camarón

De un tiempo a esta parte, y en un nuevo intento (el enésimo) de hacer algo de ejercicio, salgo por las tardes de paseo con Camarón. En nuestro barrio, el Alto Bandim, Camarón es muy popular. Cada pocos metros tenemos que parar a saludar. En Guinea Bissau no hay casi perros y los que hay son todos de la misma raza: chucho guineano.  De tamaño medio, color marrón, morro blanco algo alargado y carácter orgulloso, el chucho de guinea debe de ser el resultado de algún cruce fortuito de hace años entre un perro portugués que llegara en un barco y otro senegalés que viniera en un toca-toca desde Ziguinchor. 
Por eso, Camarón es tan conocido y le gusta tanto a la gente. Nunca antes se ha visto otro igual por estas latitudes. La mayoría piensa que es un Pitbull. ¿Lo habrán visto en la tele?. Le tienen pánico aunque cuando Camarón se les acerca y les hace un poco de fiesta enseguida se les pasa el susto y me piden un cachorro. Aquí, el caso es pedir algo.

En nuestro recorrido nos cruzamos con gente peculiar pero sin duda lo más interesante son los encuentros con animales: ratas, gallinas, pavos, cabras, vacas y cerdos, muchos cerdos, hacen las delicias de mi perro. En general el encuentro es pacífico. Camarón huele al bicho en cuestión, gruñe, se lo piensa un poco y me mira divertido como diciendo: vámonos,  no me interesa. Mientras, el animal está petrificado, muerto de miedo, preparado para lo peor. En especial las gallinas. ¡Que miedo pasan las pobrecillas! Con los cerdos la cosa cambia. Camarón y los cochinos no acaban de entenderse. Hoy volvíamos del paseo algo deprisa porque los mosquitos me andaban mordiendo las piernas, cuando de repente en una curva nos hemos topado de frente con un cerdo enorme, negro y con cresta puntiaguda. Aunque llevaba la cámara no he querido arriesgarme..... Tras un cruce inicial de miradas Camarón ha empezado a recular despacito, con cuidado,  para que el bicho no se diera cuenta. Al unísono hemos echado a andar ligeritos y Camarón, de naturaleza cotilla, se volvía a mirar cada poco para ver si el marrano nos seguía. A una distancia prudencial y ya a salvo, el perro se ha parado en seco, y dándose la vuelta con decisión le ha gruñido al cerdo, para salvar su honor.

BMB


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