Bajo un sol radiante salimos de Sevilla camino de Punta Umbría para pasar el día en la playa. Es tarde. Vamos directamente al restaurante. Diego, el propietario, nos recibe calurosamente como siempre, o más que nunca. Es el puente de Todos los Santos, no tenemos reserva y son las dos de la tarde pero el comedor está medio vacío. Elegimos una mesa junto a la ventana, frente al mar. Productos de primera calidad, un servicio excelente y una factura más que correcta nos hacen recordar tiempos pasados: restaurantes llenos hasta la bandera y con listas de espera, aparcacoches que no dan abasto buscando sitio a los 4x4 de alta gama, camareros estresados sirviendo mesas a cuatro manos, menús de dudosa calidad, carísimos vinos, visas de empresa que echan humo ... y facturas de infarto. De todo eso ya no queda nada. El camarero, que echa horas los domingos para sacarse unos euros extra, nos dice: "Ahora con la crisis se acabó to la tontería".
BMB
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