No sé porqué siempre me han gustado los indios, los indios de la misma India quiero decir. Y en Bissau me he reafirmado en esta idea. Todos los que he conocido aquí son listos, trabajadores, educadísimos y sobre todo, con mucha visión comercial: siempre intentan que vuelvas, y lo consiguen.
Esta mañana se nos ha roto el calentador de agua y me he ido a por uno nuevo, y van cuatro en tres años, a la tienda del indio. Como siempre, me ha atendido muy bien, rapidísimo y en un perfecto inglés. Luego, después de tomarnos un té, nos hemos ido juntos a su almacén, en el Bissau Velho, porque quería enseñarme un pedido de sofás que le llegó ayer mismo de su país.
El sitio me ha parecido alucinante: un local enorme lleno hasta los topes de sillones y sofás. Desde los más sencillos tapizados en terciopelo marrón hasta los más lujosos de cuero blanco repujado con elefantes de madera tallados en los respaldos y reposa brazos. ¡La leche!
El más barato, un millón de francos (unos 1.500 euros) y de ahí para arriba. Según me ha dicho el indio, se los quitan de las manos porque da facilidades de pago. Y debe de ser verdad porque mientras estaba allí sentándome en los sillones han entrado varias parejas a preguntar.
Ya de vuelta, con el calentador en el maletero, me preguntaba: ¿cuanta gente puede permitirse este tipo de sofás en Bissau? ¿Cómo es que no están ya aquí esos españoles que tuvieron que cerrar sus fábricas en Toledo o en Yecla, vendiéndole sofás a los guineanos?
A ver si el ministro Margallo y su política de la Marca España les traen nuestros tresillos a esta gente.
BMB