¿Por qué nos gustan tanto algunos alimentos y detestamos otros?. ¿Qué hace que a algunas personas les encante el queso y otras no puedan ni olerlo?. ¿Por qué hay gente que no soporta el ajo?. Hay que comer de todo, decía mi abuela. Ella, que no comía casi de nada... Y digo yo: ¡que cada cual coma lo que le guste y haga lo que le venga en gana en su casa!. Bastante dura es la vida como para que encima sentarse a la mesa sea un suplicio. Eso si, si nos invitan, hay que estar a la altura. Hay que hacer de tripas corazón y comernos lo que nos pongan por delante, sea lo que sea, que para eso estamos bien educados.
Estas situaciones, digamos...peliagudas, acontecen en Bissau bastante a menudo. Y aunque uno se hace con el tiempo un profesional del cóctel, en ocasiones, hay que desarrollar algunas "técnicas" para que sin comer, parezca que comes...
Son muchos los factores que influyen en nuestros gustos a la hora de nutrirnos: cultura, costumbres, edad, educación, manías,… Cuando nos llevamos la cuchara a la boca, cuatro de nuestros sentidos se ponen a trabajar. Primero la vista. Y es que hay platos rematadamente feos, que no entran por los ojos. Los platos manchegos, por ejemplo, son todos horribles. Gachas, gazpachos con conejo y liebre, atascaburras, pisto, migas... A simple vista "echan pa atrás". La primera vez hay que probarlos casi sin mirar aunque luego, están de llorar.
Después, el olor: algunos quesos, el bacalao, la coliflor, no los comeríamos si nos dejásemos llevar por la nariz. Luego, el tacto: los alimentos gelatinosos, por ejemplo, dan mal rollo. ¿Alguien ha probado el pepino de mar? ¡Buahhhhh!
Y por último el gusto. A uno lo que le gusta es lo que ha comido desde niño. ¿no son acaso las mejores lentejas las de la madre de cada uno? Probablemente no. Pero si llevas 40 años comiéndolas cada semana digamos que el sabor te resulta familiar y entrañable.
Los calamares en su tinta es uno de esos platos feos que no entran por el ojo. Es más, en algunas culturas resulta impensable llevarse a la boca algo negro. Por eso, a la hora de invitar a unos calamares en su tinta hay que tener en cuenta quien se va a sentar a nuestra mesa.
Unos buenos calamares en su tinta son una delicia. Los de mi madre me gustan a rabiar. Aquí va mi receta, que es la suya:
- 2 Kg de calamares o chocos con sus bolsas de tinta. Ojo: en Bissau los chocos vienen con una bolsa de tinta como mi puño pero si estás en España, tendrás que comprarla aparte, congelada.
- 2 cebollas
- 2 tomates maduros
- 2 dientes de ajo
- 2 rebanadas de pan.
- Un vaso de vino blanco (o de brandy).
- Sal y pimienta negra.
PREPARACIÓN:
- Limpiar los calamares y cortarlos a cuadraditos, no muy pequeños, ya que luego encogen al cocer. Salpimentar y reservar.
- Cortar muy fina la cebolla y sofreir. Añadir los tomates rallados y freir un par de minutos más.
- Incorporar los calamares y dejar que se vayan haciendo en el agua que van soltando. Dejar cocer una media hora.
- Freir el pan en aceite de oliva. En un mortero hacer un majado con los ajos, un poco de sal y el pan frito. Añadir la tinta y un vaso de vino blanco. Mezclar bien.
- Añadir el majado a la cazuela. Poner el fuego al mínimo y dejar cocer hasta que los calamares estén tiernos.
La dificultad que entraña este plato es darle el punto a los calamares. No deben quedar duros, ni lo que es peor, demasiado blandos. Para lograrlo, no queda más remedio que ir probándolos. Así que, manos a la obra: ponte el delantal, sírvete una copa de vino blanco bien frío y disfruta preparando unos deliciosos calamares en su tinta.
BMB