domingo, 31 de octubre de 2010

Paseo por Italia III: De Roma a Florencia

Con algunos post de retraso en la serie de mi Paseo por Italia voy a resumir en un solo post las tres últimas jornadas. Me había propuesto escribir todos los días pero me ha sido imposible. Pereza aparte, la culpa la tiene el problema de la conexión a Internet en los hoteles. Aunque parezca increíble, conectarse a internet en la habitación en un buen hotel en Europa aun se considera un lujo y hay que contratarlo y pagarlo aparte y no siempre es fácil. Es la única pega que le pongo al hotel Savoy. Moderno, céntrico, estupendamente ubicado en la Piazza de la República. Ideal para sumergirse dos o tres días en los encantos de Florencia. Habitaciones muy cómodas, un muy buen restaurante con terraza, L´Incontro, por si da pereza salir, y un trato cálido y exquisito.

El último día en Roma lo dedicamos a visitar el Vaticano. La plaza de San Pedro es grandiosa y solemne y la basílica bellísima. Aunque harían falta varios días para ver todo el conjunto ya que las colas para los museos del vaticano son interminables.

Piazza de San Pietro.Vaticano

Por la tarde fuimos de compras por Vía del Corso, la calle más comercial de Roma, y compramos, como no, corbatas de seda y algún que otro capricho.
Y así acaba mi fugaz visita a Roma. Ahora tengo la sensación de que la conozco aun menos y de que debo volver con más tiempo cuanto antes.

El viernes al mediodía llegamos a Florencia en tren. En el breve recorrido en taxi de la estación al hotel me hice ya una idea del tipo de ciudad que es Florencia: preciosa, llena de obras de arte, manejable, de un tamaño justo para recorrerla a pie, con miles de tiendecitas, trattorias y rincones con encanto. En cierto modo me recuerda a Sevilla. Es ese tipo de ciudad que no decepciona a nadie. Hacía un día estupendo y dimos un primer paseo de reconocimiento. No recuerdo que nada me haya impresionado tanto como la cúpula de Brunelleschi del Duomo. 

Cúpula de Brunelleschi. Duomo. Firenze.

Luego pudimos ver el atardecer desde el Ponte Vecchio, el puente más antiguo de Florencia. Varias veces reconstruido  sobre el río Arno en su parte más estrecha. Su curiosa silueta se debe a las tiendas que lo bordean de orfebres de origen judío  que exponen desde hace siglos sus piezas preciosas.

Ponte Vecchio. Firenze
Por la noche nos preparamos para disfrutar de la gastronomía florentina. A base de ingredientes sencillos, la cocina toscana se compone de platos poco elaborados presentados espléndidamente, siendo ingredientes fundamentales las hortalizas y las hierbas aromáticas. Los florentinos aman la carne, en particular la de buey, y la pasta no es un plato esencial en su cocina.

Hablando de la cocina florentina no podemos olvidar a Caterina de los Medici, casada con el Duque de Orleáns, segundo hijo del rey de Francia. Gran embajadora de la cocina toscana en Francia. La buena mesa ayudo a Caterina a soportar las infidelidades de su marido. En una ocasión,  en su treinta cumpleaños casi se muere por una indigestión de cibrèo. El cibrèo es un guiso florentino de menudillos de pollo y da nombre al restaurante del famoso chef Fabio Picchi. El restaurante se abrió hace 26 años y es conocido por revigorizar la cocina toscana. Picchi además es un gran entusiasta del teatro y ha cumplido su sueño de unir el teatro a la cocina con la creación del Teatro del Sale dalla Cibrèo Citta.


El restaurante tiene mucho encanto. El protagonista es el vino. No hay carta y el camarero viene silla en mano, se sienta a tu lado y te explica los platos que ese día ha preparado el chef. Me gustó mucho el toque picante que tenían casi todos los platos. Aunque todo estaba delicioso lo mejor fue sin duda el vino. Aconsejados por el sumiller, pedimos un Chianti,  Bruno di Rocca 2000, que apuramos hasta el final casi sin darnos cuenta.

Restaurante Cibrèo. Firenze


En la Toscana se producen algunos de los mejores tintos del mundo. La joya de la corona es el Chianti clásico aunque no es el único. El Brunillo di Montalcino, Nobile di Montepulciano y Morellino di Scansaro son algunos de los más apreciados.

Hoy hemos visitado la Galería de los Uffici, uno de los museos más antiguos de Europa. Artistas como Leonardo da Vinci o Miguel Ángel se reunían allí “por belleza, por estudio y por placer” según cuenta Giorgio Vasari, arquitecto de los Uffici.
En el museo hay obras tan importantes como El nacimiento de Venus o la Primavera de Botticelli, La Anunciación o La Adoración de los Magos de Leonardo Da Vinci  aunque yo me quedo con la Venus de Urbino de Tiziano.

A la salida, como era tarde, hemos decidido comer al lado del museo en una ostería junto a la Plaza de la Signiora. Es uno de esos locales que tienen expuestos en el escaparate algunos productos como salami, prosciutto o queso. Estaba muy animado, lleno de jóvenes italianos sentados en pequeñas mesas muy juntas, como pasa en casi todos los restaurantes aquí . De antipasti hemos tomado unos crostini extraordinarios. Luego, spaghetti al aroma de trufa negra deliciosos y de postre pastel de manzana. Un establecimiento sencillo con una comida estupenda y a un precio asequible. Muy recomendable.

Osteria Buongustai. Firenze.

Por la noche salimos a cenar un poco a la aventura. Caminando, entramos en un local que desde fuera parecía una más de las miles de trattorias-pizzerías que hay por toda Florencia. Una vez dentro, pudimos ver que era un tanto peculiar. Uno de esos sitios donde lo mismo te sirven un café para desayunar, el almuerzo, un guisqui a media tarde o la cena. La decoración era indefinida, ni típica italiana, ni moderna, ni clásica. Había un horno de leña y de fondo sonaba Frank Sinatra. Estaba lleno de parejas de italianos emperifollados, que viven en el extraradio de Florencia y vienen al centro los sábados. Como era tarde y teníamos hambre decidimos quedarnos . Al final, la cena fue extraordinaria. El steak fiorentina de Pablo en su punto y delicioso y mi calzone de ricota y salami riquísimo. 

Luego, decidimos ir a un club de jazz que habíamos leído en una de esas revistas del tipo "lo que no te puedes perder en Florencia". El Jazz Club. Por fuera, uno de esos garitos con puerta cerrada con timbre y mirilla que no invitaba mucho a pasar. Aprovechando que entraba una chica nos metimos detrás de ella. Había un concierto de un grupito de jazz-funky muy animado. The Italian Funky Sound. Nos pedimos unas copas y disfrutamos del concierto como dos florentinos más.


BMB













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