sábado, 12 de mayo de 2012

Unos días en Baviera

La semana pasada aprovechando que íbamos de boda a Lindau pasamos un par de días en Munich. La ciudad me enamoró a primera vista. Tiene un tamaño ideal para recorrerla paseando y si te cansas, te puedes sentar en una de sus muchas y bulliciosas terrazas a beberte una enorme cerveza mientras ves pasar a la gente.


La primera noche mi hermano, que por casualidad también andaba por allí, nos llevó a cenar a uno de esos sitios típicos que no recuerdo como se llaman (algo así como "cervezódromos" en alemán) donde una hermosa bávara te sirve cerveza con salchichas y patatas. El local era enorme, con mesas corridas de madera y gente cantando. Lo que más me gustó fue la otra bávara que pasaba entre las mesas con una cesta llena de bretzel. ¡Como me gustan los bretzel! 

Como estuvimos poco tiempo, lo dedicamos a recorrer la ciudad a pie, que es lo que nos gusta. Me encantó el mercado que hay al lado de Marienplatz. Había puestos de comida de todo tipo y con una pinta estupenda: quesos, espárragos (típicos de allí), salchichas, bollos, panes... Por cierto, que en un puesto de delicatessem encontré el chorizo picante de la Señora Julia que nos suele traer nuestro amigo Luis cuando viene a Bissau y que está buenísimo.






Una de las cosas que más disfruto cuando viajo por Europa es el pan, la bollería y las tartas. Es entonces cuando me doy cuenta de lo mal que se hacen en España estas cosas. Siempre que me tomo uno de esos deliciosos croasanes de mantequilla me acuerdo de los que te ponen a veces en Madrid con masa tipo pan y una especie de mejunje brillante y pegajoso por encima. Nada que ver...

De Munich a Lindau fuimos en tren. El viaje resultó muy cómodo ya que tanto el hotel de Munich como el de Lindau estaban justo enfrente de la estación. La parte antigua de la ciudad de Lindau se encuentra en una isla en el Lago Constanza. Es una maravilla. Como un pueblecito de cuento con el lago y los Alpes nevados al fondo.
La víspera de la boda los novios ofrecieron una cena tipo bávara donde otra vez me puse hasta arriba de bretzel y salchichas... Después de la cena intentamos tomarnos unas copas pero a las dos nos echaron del "Nana", el último bar que quedaba abierto en todo el pueblo y en el que ya solo estábamos los españoles de la boda.

La ceremonia religiosa se celebró en una iglesia católica en la plaza del pueblo. Al ser el novio español y la novia alemana, la misa fue a ratos en español y a ratos en alemán. Al terminar tomamos un barco para ir al sitio de la celebración. Fue lo que más me gustó: salió el sol, hacía un tiempo estupendo y fuimos en la cubierta tomado champagne y una especie de bretzel gigante relleno de salami y queso que estaba buenísimo.

La boda fue muy bonita pero lo mejor fue que nos reunimos allí todos los amigos, cosa nada fácil cuando cada uno vive en una parte distinta del mundo: desde Afganistan a Guinea Ecuatorial pasando por Bruselas, Madrid o Bissau.

Volvimos por Zurich donde hicimos noche en el hotel Radisson Blue en el aeropuerto. Como yo andaba con un catarro importante no salimos. Cenamos en el mismo hotel. El restaurante, italiano, no estaba mal. Pero lo que me dejó impactadísima fue la vinoteca: una torre gigante de cristal y dentro unas señoritas colgadas de arneses que subían a por tu botella de vino haciendo acrobacias al estilo "Cirque du soleil". Luego te traían ellas mismas la botella a la mesa. Alucinante. De verdad.





BMB




1 comentario:

  1. Comparto contigo la admiración por Munich, como tú compartes con mi hija Cecilia la admiración por los bretzel, jeje. El mercadillo del que hablas junto a la Marienplatz debe ser el Viktualienmarkt, donde a veces nos hemos quedado a comer una buena porción de leberkäse casero con cerveza. En resumen, como dices, una bonita ciudad a la que no te cansas de volver. Saludos cordiales.

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